En el limbo
Mi alma ha estado adormecida y me he sentido como si fuera un non-player character (npc), solo conmutando entre la casa, el trabajo, el gimnasio y las visitas a mi familia.
Hoy, al escribir esto a dos mil kilómetros de la casa, el trabajo, el gimnasio y las visitas a mi familia, vuelvo a ser lo que soy (o lo que sueño que soy). Esto después de que anoche regresara a mi cama con la nostalgia deshidratada (por el mezcal con maracuyá y el tequila con coca-cola). En posición fetal —pero con un brazo y una pierna sobre la almohada—, cerré los ojos y me reencontré otra vez.
En el limbo hacia el éter, me topé unas sombras de nostalgia, con las pecas y los mensajes ya desdibujados, que esquivé con soltura, pero choqué contra una playa apacible como ola rabiosa, acompañado de decenas de gaviotas que graznaban desesperadas; frustrado intenté huir, tenso de todos los nervios, pero no hacía más que cavar pocitos en la arena. Sacudí, pataleé, grité y lloré al mismo tiempo y, con la mezcla de mis labios resecos y el susurro lejano de las olas (de la costa de Baja California Sur, no de mis sueños), brinqué sobresaltado a encender la lámpara de la mesita de noche, recuperar el aliento y saborear el agua de garrafón.
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