Mi pequeña
La saludé al pasar por el jardín
con falsa quietud
como si fuésemos a merendar
me senté a llorar en la mesa.
Dónde está ese frenesí,
con el que me recibía al llegar,
se escondió bajo el sillón
donde solía tomar el sol.
Ahora salgo a pasear
con la correa hecha bola en las manos;
visito todos los árboles
y molesto a uno que otro gato.
¡Chas! Gritan los pedacitos de lluvia
que
caen
sobre
la tierra seca que cubre
a mi pequeña.
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